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Disfruta como los dioses Epicúreos.

La gastronomía, además de ingredientes y recetas; está impregnada de mitos y leyendas fascinantes. Adentrémonos en la mitología gastronómica para descubrir lo que cada uno de los dioses nos ofrenda… y comencemos con Dionisio, Dios de Vino.


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La historia dice que en un rincón olvidado del mundo, donde los mitos aún susurran secretos entre las hojas de los olivos y las viñas, vivía un dios cuya historia se entrelaza con los hilos del deseo, la tragedia y la redención. Dionisio, hijo de Zeus y la mortal Sémele, nació de un amor tan ardiente que consumió a su madre y lo obligó a encontrar refugio en el muslo de su padre, creciendo en un vientre improvisado hasta que estuvo listo para enfrentar el mundo.


Este dios, conocido como el señor del vino, no era solo un patrón de la embriaguez y la fiesta, sino también un símbolo de la dualidad de la vida. En él, la alegría y el dolor danzaban juntos como amantes inseparables, mostrando que en cada copa de vino hay una historia de amor, pérdida y esperanza.


Dionisio, con su mirada profunda y su sonrisa enigmática, vagaba por el mundo, enseñando a los mortales el arte de cultivar la vid y transformar sus frutos en el líquido que alegra los corazones. Pero su regalo venía con una lección: el vino podía ser un bálsamo para el alma o un veneno para el espíritu, dependiendo de cómo se consumiera.


Las fiestas en su honor eran un espectáculo de libertad y exceso, donde las máscaras de la cotidianidad caían y revelaban las verdaderas caras de los hombres y mujeres. En estas celebraciones, el teatro nació como una expresión de la vida misma, con sus tragedias y comedias, sus héroes y villanos, sus alegrías y penas.


Dionisio, con su eterna juventud y su corazón antiguo, es un recordatorio de que la vida, como el vino, debe ser saboreada con pasión, pero también con respeto. En cada copa que levantamos, en cada brindis que hacemos, invocamos su espíritu, celebrando no solo el placer del momento, sino también la complejidad y la belleza de la existencia.


¡Salud! Por Dionisio.


¡Hasta el próximo bocado!

 
 
 

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